El año de 1968 se recuerda en México por muchos acontecimientos que convergieron en el tiempo, el espacio y contexto social. Desde el movimiento estudiantil en Tlatelolco, hasta las olimpiadas celebradas en el país, dieron espacio a la posibilidad de pensar La Ruta de la Amistad, un corredor escultural que en un primer momento fue planteado para acompañar una sección del periférico de la ciudad en el marco de la celebración de los XIX Juegos Olímpicos.
De repente en estas fechas el país se convirtió en punto de atención mundial, la selección de México como anfitrión para esta edición de los Juegos Olímpicos fue una noticia que removió los ánimos de varios escépticos, dentro y fuera del país. México abrazaba la modernidad, y aunque podía no contarse con recursos holgados para albergar el evento como lo haría otro candidato, la relación neutral que mantenía con respecto a la Guerra Fría, se convirtió no solo en una posibilidad para albergarlo, sino como herramienta para apostar por un discurso que aceptara la competencia desde la paz y la hermandad.
En 1966, adelantándose al acontecimiento de los Juegos, Mathias Goeritz, una de las figuras mas controvertido en el mundo de la escultura, propuso al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, la inclusión de una serie de eventos culturales como parte de las festividades, incluyendo danza, pintura, escultura y otras artes, derivando en la construcción de un corredor monumental de esculturas perfilando una sección del anillo periférico.
Sus ideas y diseños eran tan diferentes de lo que se había hecho hasta ese momento, que su obra estuvo rodeada de un intenso debate en la esfera cultural. En 1967 en el “Encuentro internacional de escultores” Goeritz anuncia la construcción del corredor, y justifica el planteamiento a través de la siguiente declaración:
El entorno del hombre moderno se ha ido haciendo cada vez más caótico. El crecimiento de la población, la socialización de la vida y el avance tecnológico han creado una atmósfera de confusión. La fealdad de muchos elementos indispensables y de la publicidad en general desfiguran las comunidades urbanas, particularmente en los suburbios y en las carreteras; lo último, en este siglo de tiempos acelerados y del automóvil, ha adquirido un significado sin precedentes. Como consecuencia, hay una urgente necesidad de diseño artístico enfocado a la ciudad contemporánea y a la planeación de vías públicas. El artista, en vez de ser invitado a colaborar con los urbanistas, arquitectos e ingenieros, se queda a un lado y produce sólo para una minoría que visita las galerías de arte y los museos. Un arte integrado desde el inicio del plan urbano es de gran importancia en la actualidad. Esto significa que la obra artística se alejará del entorno del arte para el bien del arte y establecerá contacto con las masas a través de la planeación total.
-Mathias Goeritz, 1967
Después del planteamiento, Goeritz y Ramírez Vázquez seleccionaron el grupo de artistas que intervendrían en la conformación de la ruta, dando con el nombre, el tópico a tratar para esta intervención: la Ruta de la Amistad, intentó entonces convertirse en un ejemplo de paz dentro de un contexto europeo hostil que siempre enmarcaba el acontecer de los Juegos Olímpicos y fue parte de un proyecto simbólico más amplio y de largo plazo, que expresaba el impulso hacia el sueño moderno. Goeritz quería representar la amistad y la fraternidad en si mismas. Al final, el proyecto incluyó tres requerimientos para las esculturas: cada una debía tener un diseño abstracto, escala monumental y utilizar el concreto como material principal de construcción.
El anillo periférico le dio un eje a la secuencia de 17 kilómetros lineales que ocuparían las esculturas. Esta vía de alta velocidad fue incluida por su carácter de tránsito automotriz, dando espacio y privacidad a los peatones para interactuar con las obras en una dimensión diferente que con los conductores; a ellos se les brindaba la aparición de las esculturas como estimulante y oportunidad de experiencia para romper con la atrofiación de la vida a partir de la comprensión moderna de las ciudades.
Goeritz entendía la unión entre escultura y arquitectura, entonces su intervenciones urbanas sabían absorber ambos caracteres al incluir formas abstractas y experimentar con el uso de materiales como el concreto a escalas esculturales. Para participar, se escogieron 19 artistas y dos invitados de honor de todo el mundo. Una vez concluida, la Ruta de la amistad se convirtió en el corredor escultórico más largo del mundo.
Después de estudiar las propuestas de los escultores y pensar el emplazamiento de las obras, algunos cambios al plan original sucedieron. Por la escala y la dinámica de trabajo entre escultores y lugar, el juego de luces, las condiciones de habitabilidad y seguridad no fuero las ideales. Aún así, Goeritz un poco contrariado, reconoció el valor de La Ruta y lo que consiguió para la agenda olímpica y la imagen nacional.
El recorrido se convirtió en la representación de distintos escenarios olímpicos a través del diálogo entre geometrías y colores, sin embargo, 25 años de abandono después, deterioro y agresiones por el rápido crecimiento de la mancha urbana obligaron al comité a restaurar la zona en varias etapas. De una por una fueron rehablitándose las esculturas apostando también por la colaboración de los habitantes cercanos, a través de varios programas.
Estación 1
Señales o la herradura (México), autor: Ángela Gurría.
Estación 2
El ancla (Suiza), autor: Willy Guttman.
Estación 3
Las tres Gracias (Checoslovaquia), autor: Miloslav Chlupac.
Estación 4
Esferas o Sol (Japón), autor: Kioshi Takahashi.
Estación 5
El sol bípedo (Hungría), autor: Pierre Szekely.
Estación 6
La Torre de los vientos (Uruguay), autor: Gonzalo Fonseca.
Estación 7
Hombre de paz (Italia), autor: Constantino Nivola.
Estación 8
Disco Solar (Bélgica), autor: Jacques Moeschal.
Estación 9
La rueda mágica (Estados Unidos), autor: Todd Williams.
Estación 10
Reloj solar (Polonia), autor: Grzegorz Kowalski.
Estación 11
México (España), autor: Josep Maria Subirachs.
Estación 12
Jano (Australia), autor: Clement Meadmore.
Estación 13
Muro articulado (Austria - E.U.A), autor: Herbert Bayer.
Estación 14
Tertulia de gigantes (Países Bajos), autor: Joop J. Beljon.
Estación 15
Puerta de paz (Israel), autor: Itzhak Danziger.
Estación 16
Anónimo (Francia), autor: Olivier Seguin.
Estación 17
Charamusca africana (Marruecos), autor: Moahamed Melehi.
Estación 18
Puerta al viento (México), autor: Helen Escobedo.
Estación 19
Anónimo (México), autor: Jorge Dubon.
nvitados
El Sol Rojo, Alexander Calder, Estados Unidos.
La Osa Mayor, Mathias Goeritz, México.
Hombre Corriendo, Germán Cueto, México.
Hoy en día, la presencia de las obras mas que una conmemoración a los Juegos Olímpicos de aquel 1968, parecen funcionar como la representación de una época de anhelos y aspiración por la construcción de una ciudad moderna. Las memorias del '68 viven en los multifamiliares, en Tlatelolco, en las calles del centro histórico, y también en el concreto de colores que sigue habitando la ciudad.